Enamorados

Perro Faldero

Si el amor es sólo un intercambio de salivas, como escribió E. M. Cioran, este comercio de salivas resulta en la actualidad sumamente ruidoso. Ni siquiera las personas más pudorosas logran relacionar el amor con el silencio. Los enamorados insisten en exhibir sus sentimientos, se abrazan, cantan, palidecen cuando no son correspondidos. Las escasas veces que he estado enamorado siento una profunda vergüenza. Como un leproso que no desea incomodar con sus pústulas a la gente sana, permanezco encerrado en casa. El exilio es una sabia respuesta al enamoramiento.

Estoy convencido de que un hombre sensato debe destruir al objeto amado para no caer en el ridículo. Cuando tomé la decisión de vivir con una mujer por primera vez fue porque no me ligaba a ella ningún sentimiento escandaloso. Sólo los idiotas se van a vivir a la misma casa con la mujer que aman. Allí el paraíso se convierte fácilmente en un infierno. Si uno ama a una mujer es preciso que ella no se entere. Que sean otros quienes le sirvan de tapete o sean los padres de sus hijos, que sean otros quienes carguen con el bulto. Creo que el más elegante obsequio que se le puede hacer a una mujer amada es la ausencia. Evitarle a toda costa el penoso espectáculo de un ser enamorado chapoteando en el pantano de sus secreciones.

Desde que era niño me atraían las mujeres hermosas: no eran ellas las que me interesaban sino su belleza. No deseaba que me correspondieran o se enteraran de la atracción que causaban en mi persona. Me conformaba con tenerlas cerca de mí aunque fuera unos segundos al día. ¿Para qué aspirar a más? En cuanto una mujer se enteraba de que me había seducido me condenaba de inmediato a ser parte de la jauría de sus perros falderos. Creo que aprendí la lección demasiado rápido a mantenerme alejado de su influencia. Jamás he sido sincero con una mujer. No les permitiré que me traten como si fuera el más indefenso de sus hijos. A veces represento el papel que esperan de mí e incluso finjo enamorarme para que estén satisfechas. Nada les intriga más que la cortesía. Esto no quiere decir que sea invulnerable frente a su poder, sino al contrario: un par de veces he sido arrastrado a sus aguas negras por una fuerza incontrolable. Si sobreviví es porque me sabía derrotado de antemano. Robert Walser sugiere la malicia femenina en una frase perfecta: 'La sonrisa de una mujer es al mismo tiempo una costumbre insensata y un fragmento de historia universal'.

fadanelli lo escribió, más elocuente no pudo ser, gabino me lo explicó, más claro no me quedó